Sobre la autora

María de Sagarra (aka «SAGA») es una persona polifacética a la que siempre ha interesado la fotografía. Ya desde los 10 años, fecha en la que se le regaló su primera cámara Kodak Instamatic, ha empleado la fotografía como un medio más de comunicación de su forma de ver la vida.

Ya de adulta ha realizado varios cursos dedicados a perfeccionar su técnica ayudando así a potenciar el mensaje de sus siempre sugerentes instantaneas.

De su última y exitosa exposición obtuvo múltiples y muy positivas críticas de las que podemos destacar la hecha por Diego Vadillo López en Niram Art:

Cromáticamente la instantánea queda teñida de un azul metalescente. Posee el paisaje la palidez azulina y letal de una madrugada menesterosa, esa que suele aparecer en el horizonte de quien accede a la vigilia con prontitud o se despide con nocturnidad y alevosía de la madrugada.

Desconociendo la franja horaria en que está tomada se me antoja la atmósfera matinal.

Tal tonalidad, como de acero inoxidable, la he visto en la fotografía de la película de Imanol Uribe, Días contados, aplicada a Madrid. Es el tono propio del momento inmediatamente posterior al inhóspito desperezamiento de la urbe en cubista juego de dominó arquitectónico. Mas, curiosamente, el capricho de una leve curvatura surge ante nuestros ojos como suave disrupción en la geometría urbanística, esa en la que se urden decisiones de diversa índole bajo la égida de los consejos de administración.

La fotografía de Saga podría ser el retrato cubista del rostro encementado de la modernidad ya posmoderna.

La azul gelidez proyectada en vidrios y hormigón parece esperar a un sol redentor que habría de aparecer con la ceremonia de una vedette de revista. Mientras, la vida, encarnada en una pequeña embarcación prosigue su devenir, no en vano, si uno se fija, nunca está el ferry en el mismo lugar; avanza desafiando nuestra capacidad perceptiva, como la vida, ante una inmensidad que no es tal, en esencia.

La humanidad, desaparecida en la instantánea, hurtada a nuestros ojos, creemos que ha de hallarse, en gran número, en las geometrizantes colmenas que se nos ofrecen a la vista como almenas de un azul plateado, las cuales parecen subyugar el curso de los días a una geometría inmobiliaria, todo en sintonía con el azul húmedo del agua marina. En el plano inferior el agua asoma en una inaudita densidad, como un preludio amoquetado de las moquetas que han de habitar los pasillos de los edificios de fondo. Y más de fondo, el abrigo que representa la fronda de verdura monticular, desplegada por la casualidad a modo de cobertor, siendo en la foto lo que el musgo a los belenes, cuando de arropar recovecos se trata.

Saga nos ofrece, al fin, una realidad sublimada, coloreada por el genio oportunista de quien sabe extraer de dicha realidad su faz más plástica. Gracias por ello.

Fuente original

He sido testigo de cómo María de Sagarra busca con olfato infalible las ideas que con rapidez atrapa con su cámara. Convierte en imágenes las casas, las cosas, los monumentos y los momentos con avidez, pero sin desperdiciar pixeles, como si los pixeles costaran un mundo.

Los fotógrafos analógicos atesoran fotos sin disparar, que son como amores no consumados, porque el nitrato de plata es caro. María actúa como un fotógrafo del siglo XIX con una Nikon d80: no desperdicia ni un solo disparo, quiere ser certera. La foto es buena de una vez, se enamora ¡et voilà! Disparar como si su cámara fuera un subfusil AK-47 no va con ella.
El mundo partido en dos y vuelto a recomponer en composiciones simétricas que revelan su adoración por Jano. Ella tiene dos caras también, la seductora mujer criada entre dos islas, Madrid y Palma de Mallorca; y la artista empeñada en hacernos ver, o mejor, comprender, que lo que vemos en la realidad siempre puede ser explicado en su duplicidad.
La naturaleza es simétrica a veces, otras es monstruosamente informe. Se ha demostrado que entre los seres humanos el éxito en la atracción del sexo opuesto tiene relación con la mayor o menor simetría del rostro.
Reflejos en el ojo privilegiado de la cámara de María, sus imágenes de arquitectura callejera denotan la cercanía de esta profesión en algún área de su vida.
Por Antonio Babío

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